dos malas-buenas influencias
Este año estoy descubriendo a algunos autores maravillosos. Es una pena que varios de ellos hayan publicado pocos libros, pero ahora espero sus vueltas literarias como una adolescente haciendo cola para ver a su boy band preferida.
Dos de ellos, los que más me han gustado lejos del resto, son Donald Ray Pollock y Samanta Schweblin. D. R. Pollock es este señor: Y eso que veis ahí detrás probablemente sea Knockemstiff, pueblo de Ohio que también es el título de uno de sus únicos dos libros (aunque el otro, El diablo a todas horas, también está situado en Knockemstiff). Pollock es un tipo que abandonó los estudios para trabajar en una planta cárnica y después en una fábrica de papel, lugares que aparecen en sus textos. Ahí trabajó durante más de treinta años y cuando tenía 55, se le encendió la bombilla literaria (que siempre tendría ahí, claro) y se metió en el programa de escritura creativa de la Universidad Estatal de Ohio. Desde entonces empezó a publicar en revistas y periódicos de cierta envergadura y ha publicado esos dos libros. El diablo a todas horas es una novela que me reservo para este verano. Knockemstiff es un libro de relatos (inconcebiblemente descatalogado en España) que me parece de lo mejor que he leído hasta ahora. Es difícil explicar el tono de este libro (y de este pueblo), pero acabas cada relato imaginando perfectamente todo lo que ha pasado, diciendo que jamás vivirías en un sitio así y sabiendo que si fueras uno de esos personajes, harías lo mismo que ellos. Samanta Schweblin es esta chica: La conocí porque acaba de recibir por Siete casas vacías (editorial Páginas de Espuma) el IV Premio Ribera del Duero de relato, el más importante en España para un libro de relatos. Desconfiaba un poco del premio porque el del año pasado me parece que no estaba a la altura de otros textos, pero este me ha maravillado. La escritura de Schweblin, la huella que quiere transmitir y los personajes que caminan por sus textos son perturbadores y muy atractivos. Samanta es argentina, tiene 37 años y lleva escribiendo desde muy joven. Reconoce que empezó en talleres de escritura (pocos lo admiten) y ahora precisamente compagina la escritura con dar clase en talleres. Ella misma dice que cuando escribe solo piensa en la idea que quiere transmitir, algo que le ha rondado desde hace tiempo; después, teje alrededor la historia. Creo que lo consigue hasta el punto de que, acabado Siete casas vacías, he leído una novelita corta que acaba de publicar (Distancia de rescate) y acabo de empezar Pájaros en la boca, otro libro de relatos que publicó hace cuatro años y que ha tenido bastante repercusión. Y no quiero que se me acaben los relatos de este libro, quiero dosificarlos como cuando quieres que no se acabe la comida de tu plato preferido. Añado una entrevista sobre Pájaros en la boca (ese que no quiero que se acabe) en el que cuenta cómo entiende ella la escritura del cuento. Ambos han provocado en mí el mismo hecho: querer tirar a la basura todo lo que he escrito hasta ahora y empezar de cero. |2015-06-11 | 08:46 | escritura | Este post | | Tweet
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