Dos jugadores van eligiendo alternadamente números entre el 1 y el 10 (ambos inclusive) y los van sumando. Quien en su turno logra sumar justo 100, gana la partida.
La cosa es empezar tú o tener suerte y que tu contrincante, si empieza, no la sepa.
Debes ser capaz de conseguir formar un número de la forma ab con a+1=b, como por ejemplo el 01 (y por eso ganas si empiezas). A partir de ahí, ve completando «grupos de 11» dependiendo de la tirada de tu oponente. El objetivo final es que tú redondees la cifra de 89. Si la consigues, has ganado: el oponente puede sumar de 90 a 99, y te deja la última tirada para llegar a 100.
Diáfanamente. Algo así me explicó mi hermano Anaxágoras, más ducho que yo en matemáticas, ante un capítulo de Vicky el Vikingo, donde un buhonero retaba a toda la aldea a ganarle en un juego similar con conchitas. Vicky lo derrota... haciendo trampas. Escondiendo una conchita en la mano y retirando una sola concha, a la vez que dejaba caer disimuladamente la suya. Así el número inicial pasaba a ser una jugada del contrincante, y bastaba aplicar el mismo método para no perder nunca.
Qués cosas, ¿ehn? Ya no hay series de dibujos animados como las de antes (decir esto con acento de abuelete cebolleta, entre dos toses).